También se colocaban florituras en botas, capas y sombreros; estos últimos se adornaban con plumas y se llevaban ladeados. Llevaban guantes largos de seda o cabritilla, así como capas con capucha o cofias de batista. Se abandonaron los cuellos de lechuguilla, así como los adornos excesivos en jubón y calzones, aunque las telas eran suntuosas, con encajes y almidonados de lino blanco que servían de contrapunto al negro, así como unos lazos en forma de roseta en ciertas partes de las prendas.
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